La mujer vestida de hábito blanco y con un rosario en las manos,
corría presurosa por los callejones del tugurio que acababa de visitar;
miraba paranoicamente y apuraba el paso a cada frase de la oración que rezaba.
Llegó hasta la capilla, que a esa hora se encontraba abierta y se arrodillo en el altar a llorar.
Era la primera vez que lo hacía...
Y después de cien avemarias, ocho padrenuestros y un acto de contrición, se levanto, se dirigió al convento y en su cuarto, antes de tomar el "diario de una ninfomaniaca" que escribió durante los diez años de ordenamiento; se dio cuenta de que en la escena del crimen un hombre se había suicidado después de matar a una monja que no quiso amarlo por última vez.
:O
ResponderEliminar